Contrastes. Esa fue mi primera sensación de Arabia Saudí desde el primer momento en que puse mi vista en este país, a través de la ventanilla del vuelo chárter que me llevó hasta allí. Enormes, casi eternas, zonas arenosas… Desierto infinito que me hizo esbozar una sonrisa y, al mismo tiempo, me generó cierto grado de preocupación por conocer de antemano las dificultades que la arena nos provocaría durante la carrera.
Sabía que estaba a punto de aterrizar en un país totalmente diferente por su política y religión, pero nunca quise dejarme influir por prejuicios y animé a mis compañeros a que fuéramos cordiales y nos comportáramos con naturalidad. Si algo he aprendido en mis viajes por todo el mundo, casi siempre en solitario, es la importancia de la empatía como salvoconducto. Por eso, intento entender las costumbres allá donde voy, respetarlas y, si es posible, aprender de ellas. Absorber todo lo que puedas de la cultura y vivirla es la gran maravilla de viajar.
Decía Lawrence de Arabia que todos los hombres sueñan, pero no todos lo hacen del mismo modo y, en esa misma línea, hay otra máxima que dice que la aventura puede ser loca pero el aventurero ha de ser cuerdo. Por eso, para disfrutar del Dakar en Arabia Saudí, hay que ser prudente y evitar meterse en charcos de los que sea difícil salir.
Arabia Saudí es una tierra de contrastes, sueños de nómadas y aromas a especias, dátiles y té
Salvo contadas excepciones, los milenarios pueblos que habitan en esta parte del mundo nos han acogido con una enorme hospitalidad. Ahora bien, la hospitalidad de los sauditas es directamente proporcional al respeto que muestres por ellos. Lo bueno es que, cuando hablan de sus costumbres, uno no quiere dejar de escuchar porque sus historias te trasladan a sueños de nómadas y a aromas de especias, dátiles y té.
Hablar de religión ya es otra historia. Ahí debemos ser muy cuidadosos si queremos mantener una conversación. Del Islam hablan con pausa e intención didáctica porque son conscientes de que muchas de sus creencias chocan frontalmente con nuestra cultura occidental.
De los contrastes brutales que existen en Arabia Saudí, he disfrutado hasta el agotamiento. Coordinar, encontrar el equilibrio en situaciones urgentes, solventar situaciones incómodas y, sobre todo, aprender a ritmo vertiginoso cómo hacerlo. Es duro y agotador pero enriquecedor y gratificante. Difícil de entender desde la distancia.
Qué más da si al final, cuando la aventura llega a su fin, das las gracias a todos los dioses que existen, sea cual sea tu religión o costumbres. Cuando miras atrás, cuando lloras por un compañero que se ha quedado por el camino, cuando sonríes porque volvemos a casa, cuando recibes agradecimientos, cuando te cogen la cara con las dos manos para decirte: “¡Qué bien nos has cuidado!”, cuando después de todo lo duro que ha sido quieres seguir soñando, una vez más, con nómadas, aromas de especias, dátiles y té.
